martes, 1 de mayo de 2012

Mayo


Y vuelve el terrible mayo con sus esperanzas huecas, con sus miradas vacías que observan el horizonte, con todos y cada uno de mis sueños rotos, de mis aspiraciones truncadas de poeta, de artista. Vuelve mayo con sus flores nostálgicas, que recuerdan tristes y lúgubres jardines, con sus ojos cerrados, con su insomnio y su mala postura, con las frases que nunca encuentran su final, con todo lo que dije y con todo lo que me faltó decir.

Y vuelvo a buscarla en todas y cada una de esas cosas, y además en todos los abrazos que no me dieron, en todos los ojos que no me miraron, en todas las horas sin ella. Pero sigo sin encontrarla, no hallo su rostro en ninguna fotografía, persigo su risa por los laberintos de la memoria. Pero nunca he tenido un gran sentido de la orientación, y vuelvo a perderme en los planos reflejos que una inútil cámara no supo captar. En su letra cambiante, sus dibujos infantiles y sus palabras de aliento, sus canciones. Y otra vez, vuelvo a escribirle a ella. 

¡Qué pronto olvidó la forma de mis ojos quién la había dibujado! Y así mismo hicieron mis cejas, mis pies, – que se hartaron de caminar buscando otra vez su olor–, mis orejas. ¡Qué ingrata la obra que olvida su autor! Aquél lienzo magullado, que de tanto viajar en camiones de mudanza, olvidó su origen, y quizá incluso crea que se ha pintado a sí mismo. ¡Qué injusto creer en la autocreación, cuando todos los lienzos, todas las novelas, y hasta la más ínfima muestra de nosotros mismos ha sido modificada por lo que hemos vivido!

Y mayo, ay, mi mayo. El Mayo cuyo final me recuerda su ida, prácticamente lo único que alcanzo a recordar. El Mayo de las búsquedas arcánicas, de la frustración, de la pérdida del sentido de mi existencia. Vivo para escribirle cartas por las noches, segura de que ella jamás las leerá, vivo para llorar sobre su imagen y para abrazar mi almohada. Vivo para cantarle una oda a este mundo tan feo, y para intentar no volver a olvidar.
Porque olvidar lo que vives, es olvidar quién eres. Y cuando olvidas tu "quién",– el que lo abarca todo, quién fuiste, quién serás, tus sueños, tus promesas, tus defectos, todas las cosas que te gustan y todas las que te disgustan, todo lo que eres, en definitiva–, ¿cómo vives?. 

Cuando olvidas quién eres, de quiénes fueron las manos que sujetaron el pincel y te delimitaron y te expandieron, mueres. Porque no hay nada más muerto que un lienzo que nadie mira, que un lienzo que ni siquiera se contempla a sí mismo.

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